viernes, 11 de septiembre de 2015

tengo las manos vacías.

Hello Mr Fox: In the Woods

¿Has pensado alguna vez en acabar con todo? 
¿En acabar con tu peor enemigo?
Para mí es lo mismo. 
La persona a la que más odio es a mí mismo.

Y a la vez soy lo único que tengo. El único que no ha salido corriendo. Porque no puede. Porque no puedo.
Nada de lo que hago me pertenece. Tan sólo soy una marioneta. No me reconozco cuando me miro al espejo. No sé quién soy. No sé nada. No, no, no. Porque, porque, porque.Y, y, y. 

Todos los días me levanto; todos los días respiro. Todos los días, antes o después, acabo sufriendo. No es tristeza. Es vacío. Es un dolor sordo en la boca del estómago. Son lágrimas que no tienen ningún significado. Es miseria. Miseria y un apabullante aguijonazo en el pecho que da comienzo a la más pura de las agonías. 

Es hermoso. Hermoso cómo lentamente el agua oxigenada cae desde mi brazo hasta el suelo, rompiéndose al tocarlo. Parece hasta una historia de amor con un final demasiado trágico como para ser pronunciado en voz alta. Pero yo no estoy contando un cuento. Y esto no es amor, ni es una tragedia. Es la realidad. Es mi vida rompiéndose contra un muro que no puedo salvar. Y el muro, cómo no, es mi propia existencia. Porque lo que quiero choca con lo que deseo. Porque no tiene sentido. Y porque no pretendo que lo tenga. Porque la locura nunca ha sido organizada, ¿me equivoco?

Pero, ¡ah! ¿Cómo podría despedirme sin decir que tu vida, que la mía, son ambas preciadas y queridas, que deben ser mantenidas? No tengo ganas de mentir. Sólo deseo que acabe. Con todas mis fuerzas. Me pregunto, día tras día, cuándo llegará el momento. Cuándo podré decir que he aguantado bastante. Cuándo podré declararme roto sin posibilidad de arreglo alguno. Ya lo estoy, ¿verdad? Un poco más, un poco más. ¿Por qué cojones me aferro con tanta fuerza a algo que me destroza? No dejo de hacerme daño, no dejo de buscar sentir un poco más. De convencerme de que cada sonrisa merece el vacío que se crea después. Pero no es verdad. No lo es. Cuando llega, lo arrasa todo, y nada merece la pena. La felicidad son unos segundos robados al destino, que más tarde, enfadado, te castiga con todo lo que tiene. Hoy se ha partido algo más en mi interior. Y no dejará de pasar. 

Y sigo forzándome a pensar que estoy por encima de todo esto. Sigo forzándome a creer que puedo ser parte de algo que algún día llene el dolor que me está matando.

Me estoy matando.