viernes, 9 de octubre de 2015

Que te echo de menos de mil formas distintas.

Sogni e illusioni | via Tumblr

"Te echo de menos".

Un buen inicio para una conversación. Un mensaje conciso, claro; revelador. Un mensaje que en cuatro palabras expresa tanto sentimiento que todavía hoy me abruma. Y sin embargo, un mensaje para el que ya no tengo definición. El eterno "lo hago, no lo hago". La vergüenza y el nerviosismo que preceden al "enviar"; el arrepentimiento de no haber sacado el valor como para dar el paso. 
Pero ahora que para mí ya ha perdido significado, qué más da.
Porque lo que echo de menos es el póster que mi madre me hizo quitar de la pared. La vieja foto que se rompió mientras limpiaba. Los caramelos franceses que tanto me gustaban y que con tanta rapidez se acabaron. Echo de menos los pasillos vacíos de mi anterior piso. Al piar de los pájaros que con el tiempo murieron.
¿Pero a ti? ¿Cómo podría echarte de menos?
Si nunca te has ido.

Vaya a donde vaya siempre estás ahí. Me acompañas en cada paso que doy, en cada error que cometo, en cada triunfo con el que me alzo. Todo te lo dedico a ti. Toda la gloria, todo el dolor; toda mi vida. Todo lo que soy y lo que seré. Te lo regalo. Porque es tuyo. Incluso si no lo quieres. Incluso si me desprecias. Incluso si el tiempo nos separa, si las campanas ya no tañen por nuestra prosperidad. Incluso si me voy.
Porque todo me recuerda a ti. Todo me hace sentirte junto a mí. 

Y es tan feo.

Y me toca echarte de menos. Me toca perderte de vista. Olvidar. Borrón y cuenta nueva dirían los que no te han conocido. Los que no saben lo que me has hecho sentir. Lo especial que eras y sigues siendo. Nuestros caminos se ramifican y florecen en diferentes direcciones, diferentes estaciones. 

¿Dejaré de echarte de menos? Me da igual que me hayas destrozado. Me da igual que nos hayamos hecho daño. No quiero aprender a dejar de quererte. No puedo vivir sin ti.

O eso me decía. Mi vida es un continuo comienzo de cero. Quiero, echo de menos, olvido. Y sólo puedo pensar en nosotros con cariño. ¿Por qué no hemos cuidado lo que teníamos? ¿Por qué nos hemos odiado tanto, cuando ahora sólo podemos buscarnos con la mirada, a sabiendas de que no debemos? 

Tal vez te mande el mensaje, después de todo.