jueves, 25 de diciembre de 2014

all alone with you.


He vivido mil vidas diferentes, he sido mil personas distintas, y no he conseguido olvidar la sensación de lo alto, del peligroso bamboleo de la fama que me consumía. Una fama anónima, obtenida con un cariño ajeno. Oh, si tan sólo supieses cómo he existido hasta hoy, que soy yo la que se encontraba tras todas las cartas escritas a pluma que recibiste. Me he alimentado de la vista de las alturas, del poderoso sentimiento de satisfacción al ver a todos bajo mi mando imperceptible. 

Soy, un héroe silencioso, una mancha imborrable en la historia de lo ilógico, lo que nunca esperarías encontrar. Viví bajo mis sueños, llegué todo lo lejos que pude cargando con ellos. Los abandoné a su suerte cuando murió mi compañera, la inaguantable pero impaciente ambición. Viví bajo mis sombras, siempre acuciando unos resultados que nunca pude obtener. Oh, si tan sólo supieses cómo aguanté todo el dolor que hoy administro con delicadeza.

Todos sufrimos,
 a todos nos duele, 
el ser rechazados,
 por nuestros sueños. 

Quise, tantas veces, renunciar. Deseé, tantas veces, abandonar. Oh, viví bajo todo mi sufrimiento. Viví igual que tú, me aferré a la desesperación, porque la esperanza pasó de largo. Oh, viví mi vida. Viví como siempre quise, cambié mi maldición y la hice destino. Cambié todo lo que no me gustaba, y lo hice incomprensión. Cambié todo, y lo hice vida. 

Viví una vida imposible.

Haz lo mismo con la tuya.

Para ti.

martes, 23 de diciembre de 2014

seré sincera por un día.

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Por una vez escribiré lo que siento,
y no lo que creo sentir.
Por una vez seré sincera,
y no me esconderé detrás de mi nombre.
Por una vez seré yo,
y no un reflejo de alguien más.

He visto muchas veces pasar el tiempo. Me he sentado, sin cuidado, al lado del radiador, mientras el reloj al que las pilas se le están gastando hace tick tock, tick tock. He mirado a la nada, y me he quedado en blanco. He pensado en mil cosas, desde lo que podría haber hecho, hasta lo que hice, pasando por lo que haré. He ordenado y enlistado todos mis sentimientos, he llegado a conclusiones erróneas y me he arrepentido de las precipitados. Me he llamado tonta, mientras lloraba acurrucada al calor del aparato, y he reído por alguna estúpida broma. He estado sola, sola con mis pensamientos, sola con cada fibra de mi ser. He llegado a pensar en que moriría de soledad, y he mirado con despecho el móvil, esperando mensajes que nunca llegarían. He dependido. Oh, he dependido tanto. He llorado a personas de las que luego me he convencido que no merecían la pena. Posteriormente, me he convencido de que yo soy la que no merece la pena. Me he hundido hasta lo más profundo, escondida en un pequeño y gris paisaje.

En mi mundo, yo era la reina, y el sol volvía a brillar con fuerza. Lo olvidé, lo olvidé todo, y continué caminando, esperando que el camino me llevase a algún lugar. Y aunque en ocasiones caí, y otras tantas me levanté, aunque abandoné mi cometido, y aunque me desvié de mi ruta, he llegado. He terminado el viaje que tanto ansiaba finalizar. Y tengo mi recompensa. Lo que siempre quise. Pasé todos los castillos, y obtuve a mi princesa.
No, no, lo que yo quería no era amor. Lo que yo sentía no era amor. Las canciones que escuchaba no hablaban de mí, y de mi trágica historia de incomprensión. El oscuro agujero no podía ser alumbrado por una persona. Soy yo, la que con la fuerza que le quedaba, encendió un farol. Soy yo, la que compuso su propia melodía. La que tras convencerse de que había aceptado sus sentimientos, de que debía luchar por ellos, hoy se retracta. La que afirmó sentir el corazón roto en el pecho. 

No necesitáis a nadie para ser felices. Os necesitáis a vosotros, que sois los únicos que un día quedaréis en pie. Necesitáis vuestra propia comprensión, no la externa. El amor propio, no el ajeno. El cambiar la perspectiva, vuestra propia subiéndoos del abismo. Si no dais el primer paso, nadie podrá hacerlo, y si alguien se ofrece, volveréis a caer. Sed felices, por vosotros, no por nadie.

Tomaos vuestro tiempo.

viernes, 19 de diciembre de 2014

entre dos columpios en un frío diciembre.


Me escondo en la frialdad de diciembre. En los oscuros y ocultos rescoldos de un sentimiento. Un susurro devastador, y un paso en falso. Me escondo en todo lo que ahora está mal, y antes estaba bien, porque a ambos nos daba igual. Y mis manos, enrojecidas y heladas, entrelazadas con tus rígidos dedos, la palma de mi mano. El vaivén del mar de soledad en el que nos sumergimos, y el bamboleo de la mesa coja sobre la que me senté. Los gritos de diversión, allá a lo lejos, felicitando el año nuevo, y tu sonrisa, suficiente para iluminar más que las ridículas luces de Navidad que todos los años decoran la ciudad. Un chirrido me sacó del sueño que eras, y es que, como siempre, un niño había bajado y se columpiaba con alegría. Sonreíste. Yo sabía lo que pensabas. Cuando apenas podía mover mis manos y la noche calló al suelo, te montaste como la niña que demostraste ser, y me invitaste a acompañarte. Te empujé, siendo tu mano amiga, y cuando no podías más que alcanzar las estrellas, me senté a tu lado. Me hablaste como nunca lo habías hecho, y me dijiste todo lo que yo quería oír. Te despediste, sin rozar mis labios, un beso mudo, y me fui. Y como supe, cuando acaricié al gato que siempre cruza mi camino de regreso a casa, que jamás volvería a verte, no de la misma forma. 

Me enfrié como un día de invierno.

martes, 16 de diciembre de 2014

dame un poco de tiempo, aprenderé a verte.

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Me gustan tus manos.
Y es un gran comienzo para una conversación. Porque es verdad. Me gustan tus manos, que escriben todo aquello que tus palabras no dicen. Me gustan tus largos, pálidos dedos, que dibujan todo lo que no sabes explicar. Tus nudillos, con pecas espolvoreadas. Blancos cuando aprietas el puño. Y tus uñas, oh, tus uñas, mordidas hasta la raíz, brillantes y pequeñas, con su forma discontinua, y el cómo intentas esconderlas cuando las miro, avergonzada hasta las orejas.
Me gusta su tacto, y la suavidad que siempre tienen. Y el cómo te ríes, y afirmas que siempre usas crema, y como, un poco después, en susurros y sonrojada, confiesas que lo haces porque sabes que siempre te las cojo. Y tus callos, y tus ampollas, y todas las líneas que conforman tu pequeña mano.
Cómo puede, una parte tan pequeña de tu cuerpo, decir tanto sobre ti. Cómo pueden, tus dedos entrelazados unos con otros, gritar lo que tú nunca me cuentas. El repiqueteo contra la mesa, cuando estás nerviosa. Cuando te rascas el pulgar, porque tienes miedo, y no lo quieres afirmar. O como, cuando mientes, frotas tu índice y tu pulgar.
Podría sostenerlas para siempre.

martes, 2 de diciembre de 2014

que la luz rompa la superficie del mar.

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Que, por favor, alguien me llore un océano. Quiero fluir con los peces.

Eres mi secreto, eras mi secreto.
 Eres lo prohibido, eras lo prohibido.
 Nadie más podía abrirte, o hacerte sentir como yo lo hacía. 
Sostener tu mano, o sentir el calor de tu cuerpo.
No podías ser descubierto, no deseaba que lo fueras.
Porque entonces dejarías de ser mío.
Mío de posesivo.
Y dejaría, de cruel forma, de tener algo de lo que hablar en susurros.
Tus lágrimas, no decorarían mis estantes.
Tus palabras, no resonarían en mis pasos.
Todos te verían.
Todos te escucharían.
Y, si para que seas sólo mía, debes ser nunca más.
Que así sea.

¿Qué es esto?
¿Son mis lágrimas?
¿Mis sentimientos fluyendo?
¿O tal vez tu sangre, que hoy decora mi rostro?
Prometo, que la locura aún no deforma mis facciones, que es la pena.
Prometo, que mis hilos aún no están rotos, sostenidos por el delirio.
Tú quisiste mostrarte.
Yo quise que lo hicieses, pero sólo a mí.
No es una historia de traición. 
Es sólo otra historia más.
Mientras desapareces, y yo tengo tus últimas palabras.

Y te veo.
Allá, junto a otros.
Ya no eres un secreto.
Eres sólo alguien más.
Y no mereces que te recuerde.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Corre, corre, ¡corre!


Corriendo, corriendo, cada vez más y más rápido. He visto la frontera difuminarse hace rato, y ya sólo seguimos corriendo. Mi corazón pesa sobre mi cuerpo, que ahora parece ligero, y corre tan rápido como las estaciones, pasando una y otra vez frente a los mismos paisajes, la misma gente.
He visto a los niños decir adiós, con su pequeña mano. He visto a los perros mover la cola a mi paso.
He visto al invierno saludar, con sus ramas caídas, y su nieve derretida. A los arroyos correr a mi velocidad, y a los suspiros quedarse atrás.
Y vi, hace ya, a tu mano escaparse de la mía, te vi, quedarte allá, mirándome con aprensión. 
Sabes que yo nunca iría tan rápido como para dejarte en mi camino recorrido, esperando, con tu pie golpeando rítmicamente las baldosas que ya pisé. 
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Extiendes tu mano. La miro, sin comprenderlo, ¿me dejarás caer, o simplemente la retirarás? 
O quizá, eres la mano amiga, que tanto necesito, que tan poco comprendo.
Y es que ya olvidé, los rugosos callos, pero la suavidad del tacto, tus blancos nudillos, tus bellos y largos dedos. Y ya olvidé, cómo se sentía sostenerte. Tener tan sólo tu mano en la mía, pero sentir todo tu cuerpo en ella, la calidez del mundo, y la armonía de mi cuerpo. El peso de mi corazón, discordante de la ligereza que siento. El agujero que siento, la prueba de que estuviste aquí.
Siento que olvido algo.
Que echaré a correr, y volverás a quedar atrás, pero no quieres adelantarme, y yo no quiero mirarte desde la frontera, que ya no se difumina, y ya nadie me saluda. Y el verano me despide, con su calidez convertida en el frío del otoño, con las hojas cayendo sobre mi rostro, que ya no es el de alguien feliz.

Amor y odio, ambos juntos, pueden formar armonía.

Cierra los ojos, mi amor, y cae.


domingo, 23 de noviembre de 2014

¿me recuerdas?

X

Y ahora, estoy tan cerca, y la vez tan lejos, de la persona que jamás podré tener.
Y yo, que sólo pedía abrazarte, jamás podré hacerlo.
Rozarte... aunque fuese con la punta de mis dedos. La suave brisa de tu calidez, el amanecer de la explosión de sentimientos que supondría para mí tan sólo extender mi mano y no toparme con el aire de tu ausencia.

Las hojas caen, el otoño llega, y se instala, y para mí, no es más que otra estúpida estación que debo soportar, y me pregunto, una vez más, qué estoy esperando. Los árboles comienzan a descubrir sus pequeñas y finas ramas, antes cubiertas de sedosas hojas verdes, y no puedo evitar ver una comparación a mis sueños. 
Antes poblaban mi cabeza, una senda maraña de ilusiones y esperanzas, que un día, cuando el cielo se tiñó gris, cayeron con fuerza al suelo, casi un suspiro en el aire. Y la última que lo hizo, lo hizo lentamente. Y casi pensé, que yo, con mis tristes y caídas ramas, podría alcanzarla, y tanto como a ella, recoger las demás, y volver a recomponer mi árbol. Pero no, aterrizó fuera de mi alcance, y no me quejo. 
Porque aunque ha pasado tiempo, la primavera se acerca tras el invierno que fue, y mis hojas volverán a crecer, y volveré a soñar, y la alegría puede, quizá, tal vez, quién sabe, reinará en el pequeño, ya no árbol, sino bosque, que plantaré con mi esperanza. 

Y pasará una, y otra vez, y yo aguantaré, porque estás tan lejos, y estás tan cerca.

Y un abrazo tuyo nunca me curará, porque nunca me lo darás, pero las yemas de mis dedos recordarán tu sabor, la forma de tus labios que siempre supe imaginar, el roce de tu mano contra mi cabello, desparramado entre las hojas de otoño, entrelazado entre deseos. Y que la seda blanca de mi ropa, tejida con mi amor, forme un halo blanco a nuestro alrededor.
No pediría más
que poder tenerte
de otra forma más
que no sea mi imaginación.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Ahora quiero que me mires, y mires arriba, al cielo, y me compares con una estrella.


There's happiness at the end of the rainbow | via Tumblr

Dicen que cuando un escritor se enamora de ti, vives para siempre.
Así que, con cada suspiro, hazme eterna, y déjame vivir en tus palabras, deslizarme entre tus mundos tintados de cristal. Seré la reina de todos ellos, y seré duradera, y lo seré por ti.
Permíteme correr como sangre por tus venas, yendo siempre contigo. 
Y aguardaré, y aguantaré, en la inmensidad de los cuadros que pintas con tus historias, de la extravagante belleza de lo que creas tan sólo con un susurro.
Y es que yo me conformo, con ver mi nombre, ver una alusión a mí, escrita en tu cuaderno.
Porque yo, lo que quiero, es enamorarme del amor, de mis mejillas arreboladas, de mi tonta risa, y vivir de la embriaguez del sentimiento. 
Que quiero enamorarme de esta sensación. 
Y malgastar mi juventud.
Y malgastar mi vida.
Y es que los escritores, no saben amar, y es que yo seré eterna en tus palabras, pero qué hago, si te escapas en cada susurro, si en cada suspiro, te pierdo más.
Y qué hago, si yo caigo por ti.
Y no al revés.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Quiero sangre, tarta de chocolate y vísceras. De todas formas, iba a vomitar.

Save me from the nothing i've become.

Dime si puedes sentir mis venas latiendo junto a tu piel, dime si la sensación de mi sangre recorriendo tus muñecas es placentera, porque, ¿acaso no es lo que deseabas? Sentirme morir aquí junto a ti. No dejas de empujar, y empujar, intentando llegar a la superficie a través de mi afilado pecho, intentando no cortarte con los cristales que un día fueron los sentimientos que tú misma puliste. Tal vez, si abro mi pecho, y observas cómo mi corazón continúa latiendo, puedas descansar en la paz de mi tortura. Oye el lamento de los muertos, que siguen demasiado vivos como para descansar, la melodía de una agonía que no encuentra paz en su desgastada alma. El tiempo únicamente me mata un poco más, y cada segundo siento como mi cuerpo se hunde en la negrura de un pozo de dolor y dejo de ver la luz, y dejo de desearla, y siento como si me ahogara, pero no lo hago. Quiero hacerlo.
Y mi sangre lo baña todo.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Los recuerdos se difuminan si estás aquí.

. | via Tumblr
Oh darling, you don't have to smile so sad.

Por algún motivo, siento como si nuestros buenos recuerdos se hubiesen ido, dejando únicamente palabras en mi cabeza. Mi corazón ya no late con rapidez, ya no intenta salir de mi pecho, corriendo para reunirse con el tuyo. Y es que, de alguna manera, aunque te siga queriendo, mis memorias han perdido su intensidad, y sólo puedo volver a sentirlas, volver a vivir, cuando sucede de nuevo, así que por favor, convirtamos cada uno de nuestros días en el pasado. Concédeme ese único deseo, conviértete en la persona que me prometiste que serías conmigo, alguien dispuesto a incendiar el mundo por mí. No me molesta ser egoísta, no me molesta ser caprichosa. Tan sólo quiero que esa brillante felicidad, como el sol de mis más felices recuerdos, anide en mi corazón, y permanezca allí todo el tiempo que esté contigo. Porque, incluso si eso significa morir, acepto quedar devastada, acepto que la vida abandone mis rosados labios si tú te vas. Aceptaré, si es necesario, no volver a amar, no volver a ser feliz, si puedo tenerte aquí. Porque cuando te vas las margaritas se marchitan, los campos pierden el verde que tanto amo y mi pecho comienza a arder.

Y ahora que he de renunciar a ti, cuando una vez prometí no dejarte ir, ¿qué debo hacer?
Prometí no volver a prometer, después de tener que mirarte desde lejos.

Te sigo mirando, sintiendo tan lejos nuestros corazones, sintiendo como laten de forma irregular, como ya no están acompasados. Te miro, y aunque no me arrepiento de alejarme de ti, te sigo queriendo. Es una bonita sensación en mi pecho, un amor puro, infantil y sincero, algo que no me duele. Pero entonces te acercas, y sonríes, y siento como ése amor que calma mi alma se afila, rasgando cada parte de mi interior. Y es que, simplemente, no puedo aprender a olvidarte. Porque no quiero, y supongo que es mejor, no tener que comprometerme, no tener que prometer. Y mirarte no es suficiente, porque mi cuerpo, mi mente, me exige quererte, pero me conformo con tenerte aquí, tan lejos, tal vez tan cerca. 

Y en el fondo, me siento aliviado, porque he cambiado la cerradura a mi corazón, y no tienes la llave para salir de él.

Y en el fondo, quiero entrar al tuyo.

Porque amarte es tan poco que debería inventar 
una nueva palabra para expresar 
el sentimiento que corroe mi corazón
tan bonito, y puro, y sincero, que oh
no quiero que me ames
porque eso significaría tener que pensar
en otra forma de amar.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Porque no es mi culpa.


Dices adiós y te alejas. Y una simple palabra abre una brecha insalvable, un abismo cuyo fondo no puedo ver, porque es la negrura de lo incierto lo que rodea la abertura. E intento calcular si podría saltarlo, intento predecir si caeré al otro lado, junto a ti, o me hundiré en un agujero del que no saldré. Y sé, en ése momento, que no podré hacerlo, porque estás demasiado lejos. Niego con la cabeza y veo cómo tus ojos se llenan de decepción, como si en algún momento hubieses esperado más de mí, como si alguna vez hubieses creído en mí. Por favor, incluso si no es una prueba para ver si soy apto para estar contigo, incluso si sí lo es, quédate conmigo. No te vayas más, volviendo a aparecer cuando te conviene. No te vayas de mi lado, donde te necesito más que nadie. Simplemente no te vayas, porque quiero ser egoísta. Porque quiero acaparar tu mente y tu corazón, aunque nunca haya podido hacerlo. Me da igual si me usas, incluso si me desprecias, mientras no te vayas.  
Pero si me expreso con honestidad, 
si digo lo que realmente quiero,
en vez de lo que debería desear,
no sabría realmente cómo pedirte,
que no me abandones.
Incluso si sueno patético, incluso si no tengo amor propio, incluso si todo en lo que creo es pisoteado, sólo puedo, sólo sé, arrastrarme. Pedirte perdón, aunque no sea mi culpa, porque no sé qué puedo decir cuando sobran las palabras, y nuestras respiraciones se acompasan, y el único latido audible es el de mi corazón, que late desbocado, mientras el tuyo se ralentiza, y las arrugas en tu frente aparecen de nuevo, porque estás incómoda, porque no quieres estar conmigo. Y lo entiendo, porque siento lo mismo. Mi corazón se calma, y esta vez soy yo quien se da la vuelta y dice adiós, sonriendo. Y cuando ya no puedes verme, rompo a llorar, porque mi alma ha escapado junto a mis últimas palabras.

En algún momento decidí saltar, morir por ti y por tu causa, porque era más fácil que sentirme en tu mira, lo que siempre quise, y lo que más odio ahora. Porque de tanto amarte, he acabado odiando cada pequeña parte de ti, cada parte que un día me gritó que me fuese, o te irías tú. 
Y oh, tonto de mí, te hice caso, porque no pude soportar el verte marchar.

Y es que aún recuerdo cuando te acercaste y dijiste hola.

miércoles, 6 de agosto de 2014

¿Hola? ¿Alguien podría oírme? Porque no veo nada.


Cause my echo is the only voice coming back to me.

¿Te has sentido alguna vez solo? Lo suficientemente solo como para pensar que eres la única persona que existe. Lo ves todo a tu alrededor. Sabes que no estás solo. Pero... no puedes evitar pensar lo contrario. Pretendiendo ser una persona solitaria. Pretendiendo que no te duele el ser ignorado, o no tener valor como para reaccionar y no querer estarlo. Te adueñas del sentimiento, lo haces propio y lo cultivas. Y sólo puedes pensar en lo mal que te sientes, en lo mucho que odias a los demás por dejarte de lado. No piensas en tus propios errores, porque eres demasiado egoísta como para atribuirte las culpas de algo mal hecho. No, es más fácil pensar en que todos están en tu contra, en pensar en que nadie te quiere o en que eres una persona que no precisa de amor y cariño, que puedes funcionar completamente solo.

Solo, solo, solo, ¿acaso es la única palabra que conoces?

Puede que llores, puede que comiences a patalear, a gritar, a querer morirte, porque eres estúpido. Porque has perdido toda oportunidad, convenciéndote de que no necesitabas a nadie. Porque ahora estás verdaderamente solo. Y lo intentas, intentas de verdad volver a sentirte rodeado. No recuerdas la calidez, sólo el frío abrumador de una persona que ha intentado ser lo que más odiaba.
Y te odias.
Y oyes a todos gritando, oyes a todos llamándote, diciendo que no vayas. Pero tú te sientes solo. Y no haces caso a los demás. Siempre te sentirás solo. Tendrás a todos los que quieres, pero estarás solo. Porque crees que debes estarlo. No quieres cambiarlo. Quieres morir. Porque estás solo. Siempre solo.

Qué abrumador, qué triste.

viernes, 1 de agosto de 2014

A buenas horas te introduces.



Hum, qué puedo decir. Nadie me lee o si alguien lo hace o lo hacía, no da la más remota señal de vida, por lo que simplemente escribiré aquello de lo que probablemente me avergüence en el futuro, porque lo leeré y diré "¿Acaso yo he escrito semejante sarta de estupideces infantiles?". Me introduciré brevemente, pues.

Vale, podéis leer perfectamente lo que opino de describirme en la cosita esa que tenéis a un lado, ajá. No tengáis miedo y leedlo. Bien, perfecto. Soy una persona de muuuuchas palabras. Vamos, que prefiero que sobre a que falte, aunque en ocasiones no desee "hacer declaraciones" (vamos, que me dejéis en paz). Suelo escribir mucho, pues es un hobby, no, es más que un hobby para mí. Las palabras escritas, las que puedes leer, dicen mucho más que las verbales, las que se pierden en el viento y acabas distorsionando en tus recuerdos con el tiempo. Me gustan las cosas duraderas y sólidas, algo más que una promesa infantil hecha tras unos arbustos (...). Creo que me voy del tema. El caso es que... no sé cuál es el caso. Pero si os gusta leer y a mí escribir, podemos mantener una bonita relación simbiótica, ¡yaaaaay!

Abuso de mi estupidez.

Y si os lo preguntáis, el porqué de la url del blog no tiene explicación.  Diréis que es muy típico, aburrido, casi incluso un recurso depresivo para que tus malos sentimientos suenen poéticos. No lo sé. Simplemente me gustó.