jueves, 4 de septiembre de 2014

Porque no es mi culpa.


Dices adiós y te alejas. Y una simple palabra abre una brecha insalvable, un abismo cuyo fondo no puedo ver, porque es la negrura de lo incierto lo que rodea la abertura. E intento calcular si podría saltarlo, intento predecir si caeré al otro lado, junto a ti, o me hundiré en un agujero del que no saldré. Y sé, en ése momento, que no podré hacerlo, porque estás demasiado lejos. Niego con la cabeza y veo cómo tus ojos se llenan de decepción, como si en algún momento hubieses esperado más de mí, como si alguna vez hubieses creído en mí. Por favor, incluso si no es una prueba para ver si soy apto para estar contigo, incluso si sí lo es, quédate conmigo. No te vayas más, volviendo a aparecer cuando te conviene. No te vayas de mi lado, donde te necesito más que nadie. Simplemente no te vayas, porque quiero ser egoísta. Porque quiero acaparar tu mente y tu corazón, aunque nunca haya podido hacerlo. Me da igual si me usas, incluso si me desprecias, mientras no te vayas.  
Pero si me expreso con honestidad, 
si digo lo que realmente quiero,
en vez de lo que debería desear,
no sabría realmente cómo pedirte,
que no me abandones.
Incluso si sueno patético, incluso si no tengo amor propio, incluso si todo en lo que creo es pisoteado, sólo puedo, sólo sé, arrastrarme. Pedirte perdón, aunque no sea mi culpa, porque no sé qué puedo decir cuando sobran las palabras, y nuestras respiraciones se acompasan, y el único latido audible es el de mi corazón, que late desbocado, mientras el tuyo se ralentiza, y las arrugas en tu frente aparecen de nuevo, porque estás incómoda, porque no quieres estar conmigo. Y lo entiendo, porque siento lo mismo. Mi corazón se calma, y esta vez soy yo quien se da la vuelta y dice adiós, sonriendo. Y cuando ya no puedes verme, rompo a llorar, porque mi alma ha escapado junto a mis últimas palabras.

En algún momento decidí saltar, morir por ti y por tu causa, porque era más fácil que sentirme en tu mira, lo que siempre quise, y lo que más odio ahora. Porque de tanto amarte, he acabado odiando cada pequeña parte de ti, cada parte que un día me gritó que me fuese, o te irías tú. 
Y oh, tonto de mí, te hice caso, porque no pude soportar el verte marchar.

Y es que aún recuerdo cuando te acercaste y dijiste hola.

No hay comentarios:

Publicar un comentario