martes, 2 de diciembre de 2014

que la luz rompa la superficie del mar.

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Que, por favor, alguien me llore un océano. Quiero fluir con los peces.

Eres mi secreto, eras mi secreto.
 Eres lo prohibido, eras lo prohibido.
 Nadie más podía abrirte, o hacerte sentir como yo lo hacía. 
Sostener tu mano, o sentir el calor de tu cuerpo.
No podías ser descubierto, no deseaba que lo fueras.
Porque entonces dejarías de ser mío.
Mío de posesivo.
Y dejaría, de cruel forma, de tener algo de lo que hablar en susurros.
Tus lágrimas, no decorarían mis estantes.
Tus palabras, no resonarían en mis pasos.
Todos te verían.
Todos te escucharían.
Y, si para que seas sólo mía, debes ser nunca más.
Que así sea.

¿Qué es esto?
¿Son mis lágrimas?
¿Mis sentimientos fluyendo?
¿O tal vez tu sangre, que hoy decora mi rostro?
Prometo, que la locura aún no deforma mis facciones, que es la pena.
Prometo, que mis hilos aún no están rotos, sostenidos por el delirio.
Tú quisiste mostrarte.
Yo quise que lo hicieses, pero sólo a mí.
No es una historia de traición. 
Es sólo otra historia más.
Mientras desapareces, y yo tengo tus últimas palabras.

Y te veo.
Allá, junto a otros.
Ya no eres un secreto.
Eres sólo alguien más.
Y no mereces que te recuerde.

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