No me dejes solo. No conozco a
nadie. Este no es mi hogar.
Por favor. Por favor. Necesito
que todos sepan lo que es no sentirme más. No saber si tengo pulso o sólo es
una invención. Necesito una ayuda que sé que no voy a pedir. Necesito cerrar
mis cicatrices, borrarlas, dibujarlas de nuevo.
Llevo mucho tiempo sin futuro.
Tengo un pasado, los días que dejo atrás. Tengo un presente, las horas muertas
que paso arrepintiéndome. Pero no tengo más futuro que los segundos que corren
en mi contra. Quiero parar el mundo y gritarle que no estoy bien. Quiero que todos se enteren de que necesito
una mano amiga que sin embargo no dejo de rechazar una y otra vez.
No es sencillo de explicar.
Cómoda en la oscuridad, cómoda en el dolor, cómoda en la autocompasión. No
encuentro esa felicidad que supuestamente he de alcanzar, si todos los días son
un martirio. Si todos somos humanos y nos rompemos con una facilidad pasmosa.
No sé si merece la pena intentar reconstruirme si voy a volver a romperme. Si
merece la pena luchar en una batalla perdida. En una guerra ya ganada.
Me suelo preguntar más veces de
las que quiero cuál es mi meta. A dónde pretendo llegar levantándome todos los
días de la cama. Durmiendo siquiera, cuando mi único consuelo se encuentra en
dejar de respirar. Cuando las ideas que me rondan la cabeza son las más bellas
para mí, las más suaves y las que más acaricio. Todavía no entiendo nada, y
todavía sigo evadiendo el buscar respuestas. Porque no sé si quiero reventar la
burbuja de desmotivación en la que vivo. Ojalá con palabras pudiese solucionar
todo lo que me corroe por dentro. Ojalá con palabras pudiese expresar el
agónico grito que se atasca en mi garganta.
Pero no puedo. Porque poner
nombre a lo que siento significa pensar en ello. Significa hacerlo aún más real
de lo que ya es. Comprender que es más importante de lo que esperaba. Que mi
vida no es tan normal como desearía. Que mis sentimientos están enfermos, y que
cada día veo a los que me rodean caer de rodillas. Vivimos en un invierno
permanente, cuyas ramas sin hojas ni flores nos han atrapado hasta asfixiarnos.
La nieve cubre nuestros corazones, que cada día se congelan más. Mis manos
están amoratadas y por ellas no circula la sangre que debería indicar que sigo
viva.
Porque, ¿se puede morir en vida?