domingo, 9 de agosto de 2015

Acústico.

Tumblr


«Quiero dejar de sentirme vacío.»

Lo repito una y otra vez, esperando que pronto sea una realidad. Pero sé que mi consciencia jamás me permitirá conocer algo más allá de la soledad autoimpuesta que es mi rutina. Pocas cosas conozco que duelan más que haber conocido, únicamente para perder después. Pocas cosas que hayan consumido con más ahínco mi alma.

¿Por qué motivo no puedo abandonar las florituras si es de mi estado emocional de lo que hablo? ¿Por qué motivo es tan complicado confiar y permitir ser amado? Duele, pienso. Duele mucho. Pero no es una dolencia física. Y al mismo tiempo lo es. Comienza en mi pecho. Es un cosquilleo, molesto, angustioso. Se extiende con lentitud, adormilando mis sensaciones, impidiéndome reaccionar. 
Hasta que estalla.
Estalla, sin más motivo que mi silencioso empujón a que lo haga. Y ya nada puedo arreglar. Cubre mis ojos con un súbito velo de lágrimas y las palabras raspan mi garganta. Sin embargo y haciendo acopio del poco valor que poseo, no las permito salir. Es mi tortura, mi castigo, y he de soportarlo solo. Poco a poco el dolor cobra intensidad. Cobra forma; la de mis mayores miedos. El dolor es un monstruo de nombre ansiedad. Me falta el aire y no puedo permanecer de pie, puesto que los incontrolables temblores que sacuden mi pequeño cuerpo ponen en duda mi estabilidad. Mis pulmones luchan por robar al aire lo que necesito, pero no estoy seguro de querer que lo hagan. Mi corazón se acelera y siento la terrible sensación de mareo antes de poder nombrarla. Mi mente grita. "¡Ayuda, ayuda, quiero que pare! ¡Hacedlo parar, que alguien me ayude!" y yo correspondo a tal sentimiento. Me hundo en un mar de una negrura sucia y afilada y nadie parece querer rescatarme de él. Floto a la deriva, mientras siento más y más dolor, cientos de preocupaciones que aguijonean mi piel pidiendo una liberación que no estoy dispuesto a entregar.

Comprendo que mi descripción es recargada y aburrida, deja patente un dolor arrasador que sin embargo no se percibe entre las letras mientras me permito a mí mismo compartir la angustia que corroe mi pecho. Pero, pese a la calma que gobierna ahora mi mar de desesperación, las ganas de romper a llorar nunca me abandonan. La sensación de hacerlo todo mal, ¿no te sucede lo mismo? El estrés, las expectativas. Te están rompiendo. Y a mí también. No puedo dejar de cometer los mismos errores una y otra vez, confiando en que alguien encauce mi camino. Pero ese alguien nunca aparece. Y yo me hundo. Y me hundo cada vez más. La luz del sol no rompe la superficie de las negras aguas que ansían derrotar mi ambición.
Porque lo que más deseo es levantar y descubrir que plácidamente he amanecido en la orilla. Y que mi mar ya no es oscuro, en un burdo reflejo de lo que mi corazón llora, sino una hermosa extensión de claridad y paz. Un equilibrio perfecto que se complementa y domina la descorazonadora sensación de la ansiedad. 
Y no tengo por costumbre abandonar mis sueños.

P.D: la frase del comienzo es cosecha de la adorable @eru_numb la cual escribe tan bien o, para qué mentir, mucho mejor que yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario