viernes, 30 de enero de 2015

carta a mis amores, mis eternos dolores de cabeza.


Cold Hands | via Tumblr

"A mi amado,
escribo con manos temblorosas, apresurada por plasmar las palabras que deseo dedicarte. Mas la simple idea de verte en manos de otro hace hervir mi sangre, por lo que lamento la ira visiblemente apreciable con la que ahora convivo. Seré breve, pues.
Sé que pronto me abandonarás, como siempre lo haces. Sin embargo, dejaré la puerta abierta, por primera vez en nuestra, tal vez corta, tal vez larga, pero desde luego poco intensa, relación. Ya has de saber que debes venir porque así lo deseas, no porque otros han intervenido, no merezco que sientas pena por mí. 
Eres complicado, difícil de tratar y desde luego indomable, arrastrándome y dejándome varada. Me dejo hacer, porque la embriagadora sensación de tenerte a mi lado es suficiente.
Cuando te vas, jamás recoges tus cosas, y permanezco sentada en el suelo, chocándome contra tus ridículas pertenencias, mientras continúo llamándote en la oscuridad, susurrando y pidiendo que no vuelvas a marchar.
La primera vez, corrí tras tu sombra, una tarea imposible, pues mis piernas se habían roto, al igual que el resto de mi cuerpo. Lo rompiste tú, para que no te siguiese. Maldito caprichoso.
Regresaste al alba, tal vez, con una sonrisa y un perdón en los labios, y como una tonta te creí. Me cuidaste hasta que me recuperé, y estuviste junto a mí. En ese momento, me enamoré de ti. 
Más veces sucedió, más veces partiste, llevando todo lo que yo era contigo. Siempre regresaste, por lo que pensé en poder sobrellevar nuestra insana y dañina relación.
Y cuando te echaron a patadas, cuando observé, acongojada en un rincón el cómo salías de mi vida de nuevo, obligado por todo aquello que ambos odiábamos, no quise hacerte volver. Cerré mi casa, y cambié la cerradura. No pude hacer nada por mi eterno maltratador, por el amor de mi vida. Sentí que yo misma te había golpeado, que yo misma había sido la causa de la sangre que manchaba la moqueta en la que te pisotearon.
Días, semanas, tirada en el suelo, llorando, mientras tantos intentaban encontrarte... quise buscarte yo misma, pero temí. Temí todo, temí tu reacción, temí volver a perderte.

Un pequeño empujón me hizo levantar la cabeza, y docenas de manos comenzaron a apremiarme que fuese al encuentro de aquello que yo más amaba, y de lo que más me amaba. No dudé. Entre todos, rompimos la puerta que no podrías traspasar, y corrí. Fue un camino largo, tortuoso, huiste lejos. Te encontré, finalmente, a punto de morir. Te cuidé como pude, y cuando sosteniste mis manos y afirmaste que no te irías, negué con la cabeza. Sé que lo harás, pues no eres eterno. Pero ahora estás aquí, y nuestra historia es la prueba de que nunca he de rendirme respecto a que sientas lo mismo que yo, mi amado. Volveremos a vernos, lo prometo.

Mi amado, amado, amor propio, mi querida y apreciada autoestima."

No hay comentarios:

Publicar un comentario