lunes, 25 de mayo de 2015

Sé que no estás muerta. Pero ojalá. Podría llorarte.

Fragille

Todo se me ha ido de las manos una vez más. Todo ha escapado como arena entre mis dedos, dejándome con una vaga sensación de vacío. Y sé que no es tarde. Pero también sé que no me arriesgaré. Sé que no merecerá la pena. Que miraré sin saber cómo sostener los granos de mis elecciones sin que todos caigan. No sabré salvarlos. Una vez más.

Risas. Eso es lo único que se oye. Un pequeño gorjeo, como el de un pajarito ahogado y un estallido de alegría. Y cierro la puerta, y salgo de casa. Porque no quiero oírlo. El sonido que permanece atrapado en mi garganta, que jamás será sincero. Yo jamás seré sincero. Incluso conmigo mismo, lo único que puedo es convencerme de lo que no soy, de cosas que querría ser; intento llegar a ellas por medio de engaños. Pero nunca funciona. Nunca, nunca funciona. Lo rompo todo. Me rompo a mí mismo mientras corro.
Sólo hay un lugar al que pueda ir.
Piedra y musgo, altura y peligro. Silencio, ladridos, pasos, pájaros.
Sé que se ha acabado. Sé que no debería ser así. Sé que no debería sentirme así. Que no tengo derecho.
Pero era tan importante.
No me atrevo a gritar, a unir mi voz al coro lamentable de la natura. Me tiemblan los labios, amoratados por el frío. El viento mueve mi escaso cabello, el fantasma de una caricia. Quiero llorar.
Pero sé que no debo.
Sé que ya no estás aquí.
Sé tantas cosas, y comprendo tan pocas.
Inspiro.
Y vuelvo a ahogarme en el no tenerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario