domingo, 14 de mayo de 2017

El tiempo que no ha pasado.

Imagen de photography

No puedo evitar recordar lo que nunca tuvo lugar entre nosotros.
Entre dos almas que jamás llegaron a cruzar miradas. Acaricio, con la suavidad del que teme que la porcelana se rompa, todos los momentos que no fueron, no son y no pasarán.

Me alimentas de ilusiones, esquivando mi espalda, temiendo ver la línea de mi mandíbula, asustado del sonido que hacen mis zapatos nuevos al andar.
Yo te busco, con la mano en el pecho, con la boca abierta, con el corazón en un puño que aprieto para que no deje de latir. Y así comienza el baile de lo imposible, lo inexistente de un amor que no podemos sentir. 
Se cierran las puertas, y miro con cautela cómo por primera vez conoces el color de mis labios, la curva de mi nariz. Y tú miras con cautela cómo yo ansío tus ojos, centellas en un mundo tan negro que he olvidado qué era la luz. 
Pero no eres tú. No alumbras, no enciendes ningún candil.

Y el tiempo que no fue es la salvación a la que me aferro, idealizando la oscuridad que nos consume de formas distintas; casi probando que no somos iguales. Que nuestro juego no llegará a buen puerto, porque el barco no sabe zarpar. 
Escribo, con manos temblorosas, lo que jamás sucedió. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario