martes, 14 de abril de 2015

Y les hice las maletas a mis sentimientos. Y los eché de casa.

breath of a life | via Tumblr

Dear my most hated past, I'm ready at lastto leave you behind!

Toda mi vida me han dicho que debía ser fuerte y soportar los golpes que me diesen. Que llorar era señal de debilidad. Que mostrar tu sufrimiento también lo era. Y no podía ser débil. Porque a los débiles el mundo en el que vivimos se los come. Me enseñaron que era una heroína que no podía permitirse el caer o quejarse. Que el huir quedaba fuera de toda discusión, porque, ¿quién quiere a una cobarde? 

Y cuando las lágrimas me surcaban las mejillas, recordaba todo lo que me habían inculcado, y parpadeaba intentando controlar el llanto. Cuando algo me dolía apretaba los labios y los puños hasta que mis nudillos se coloreaban blancos. Me reconfortaba la idea de estar haciéndolo bien, de ser, por toda mi contención, respetada y temida; admirada. 

Sin embargo un día vi a un niño llorar. Aparté la vista, avergonzada. ¿Cómo podía hacerlo, y más delante de todo el mundo? ¿Cómo podía hacer, de forma impune, todo lo que yo jamás había tenido permitido? Pero lo que obtuvo no fueron gritos y moratones, en cambio consuelo. 

Y empecé a pensar. Empecé a fijarme en los demás, en vez de preocuparme por no mostrar mis puntos flacos.

También empecé a creer que lo que había escuchado de pequeña era erróneo. Tal vez el llorar no me hiciese débil, tal vez mostrar mis cicatrices no hacía los golpes más fuertes. Y tal vez, el confiar, no fuese sinónimo de caer de rodillas y suplicar. 

Desde entonces lo hice. Lloré cuando sentí deseos, abrí mi corazón cuando no cabía más sufrimiento y aireé mis más vergonzosos pensamientos. Y nada de ello paró a la vida, que continuó golpeándome sin descanso o resuello. Pero tampoco la animó. Mis días se hicieron más llevaderos, más sencillos, más coloridos. Ya no cargaba con el peso de una fuerza que sólo era aparente, de una sonrisa que era incapaz de abordar mis facciones con corrección. 

Puede que yo no sea una heroína, dispuesta a ver arder el mundo sin pestañear. Pero puedo decir lo que sí soy: una persona. Una persona con una fuerza forjada de la debilidad. Se necesita más valentía para llorar que para mirar a la luz pretendiendo que las lágrimas no abordan tus ojos y mojan tus pestañas. Se necesita más valentía para admitir y superar, para creer en la propia debilidad y dejarla atrás, que para crear una coraza que se derrumba con cada roce.

Soy real.

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